Un litro de luz Colombia: sus farolas de energía solar iluminan zonas sin recursos por la noche
La segunda vez que Camilo Herrera viajó a Kumasi (Kenia) era de noche y el panorama que se encontró era muy distinto al de la primera vez. En esta ocasión pudo ver a un grupo de niños tumbados en la calle que leían bajo una farola mientras un grupo de adultos jugaba a las cartas. La diferencia estaba en la propia luz, que provenía de un invento de este joven innovador. Junto al ingeniero mecánico Pedro Francisco López, Herrera había dado con una forma de iluminar la noche de esta comunidad en el marco de su proyecto Un Litro de Luz Colombia.
Un poste con una placa solar, una batería, una bombilla LED y una botella sirven para almacenar la energía solar durante el día e iluminar la calle por la noche. Para fabricar estas farolas, Herrera y su equipo combinan el uso de materiales reciclados con equipos electrónicos propios. La placa solar, situada en lo alto de la farola, convierte la energía del Sol en electricidad que se almacena en la batería durante el día. Cuando la batería deja de recibir energía porque el Sol ya se ha ocultado, enciende de forma automática una bombilla LED recubierta con una botella de plástico reciclada que la protege de la lluvia. Cuando la placa recibe los primeros rayos del Sol, la bombilla se apaga.
El dispositivo se completa con unos tubos de PVC que protegen el cableado de las inclemencias del tiempo y un poste de madera que sujeta todo el equipo. La batería tampoco es una preocupación ya que puede proporcionar unas 28 horas de luz, lo que aseguraría el suministro durante casi cuatro noches seguidas en caso de que esos días fueran nublados. Aún con el cielo cubierto, la bombilla se sigue apagando y encendiendo de forma automática ya que la radiación solar difusa es suficiente para que la placa recoja energía, aunque sea ínfima. Todo el sistema tiene un coste de 700.000 pesos colombianos (unos 260 euros) y puede durar 16 años sin necesidad de recambios.
Las farolas tienen un rango de iluminación de entre 30 metros y 50 metros de radio, en función de la altura que tenga. Si la farola mide cinco metros ilumina un área menor, pero el brillo es mayor; si es más alta, ilumina un mayor espacio con menor brillo. “Son las comunidades las que deciden estos parámetros en función de sus necesidades”, explica Herrera, que añade: “Algunas prefieren utilizarlas para que se pueda leer debajo y otras simplemente para que haya iluminación para los transeúntes”.
La implicación de la comunidad es un pilar importante del proyecto. Cada vez que el equipo de Herrera quiere instalar una nueva farola realiza un taller de apropiación de la tecnología. De esta forma, los habitantes de la zona ayudan a montar los equipos y a conseguir las botellas y los postes para reutilizarlos. “Toda la comunidad se implica, conoce su funcionamiento y lo siente como suyo”, explica Herrera.
Este proyecto es la segunda fase de Un Litro de Luz Colombia que se lanzó en el país en 2011 cuando Herrera importó de Filipinas un mecanismo para proveer luz a casas de zonas sin recursos. El invento consiste en colocar en un agujero del techo una botella con una mezcla de agua y cloro que proyecta la luz del Sol e ilumina la estancia. Tras el éxito de su proyecto, decidió crear las farolas renovables para iluminar las calles de estos barrios por la noche. En febrero de 2014, se instaló la primera en Granizal, un suburbio de Medellín donde viven 18.000 personas sin iluminación, según datos de ACNUR y Un Litro de Luz Colombia.
El profesor de física experimental de la Universidad de los Andes (Colombia) y miembro del jurado de MIT Technology Review Innovadores menores de 35 Colombia, Carlos Arturo Ávila Bernal, destaca que “su gran valor es llevar tecnología básica a comunidades que lo necesitan y que transforman la misma base social de la comunidad”. Para alcanzar el éxito del proyecto y exportarlo a otros países, el innovador ha aplicado lo aprendido en sus estudios de Administración de Empresas en la Universidad EAN (Escuela de Administración de Negocios) de Bogotá (Colombia) y de Posgrado en Globalización y Gobernanza en la Universidad Menéndez Pelayo de Madrid (España).
En los últimos meses, Herrera ha empezado a exportar la tecnología a países de África como Ghana y Kenia. Afirma que quiere compartir su tecnología con otras zonas del mundo para que la luz llegue a dónde nunca antes lo ha hecho.
Fuente: MIT
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