No sabían leer, pero se convirtieron en ingenieras y transformaron su pueblo
por Tamara Grosso
De acuerdo con cifras de la Unesco, en el mundo cerca de 781 millones de personas adultas no sabe leer ni escribir, de las cuales dos tercios son mujeres. Algunas de ellas viven en grandes ciudades en situación de marginalidad y otras, en el campo, dedicadas a tareas como la agricultura familiar y viviendo con menos de un dólar al día.
Mientras tanto, en esas mismas ciudades o en los centros urbanos más cercanos a las zonas rurales, estudiantes que pudieron recibir una educación de calidad se gradúan en las Universidades, aprendiendo muchas cosas, pero a veces ignorando la realidad social de quienes no tuvieron la misma suerte.
Pero esto no sucede en la Universidad Descalza, en Rajastán, India. Allí, solo son admitidos adultos de comunidades pobres, muchos de ellos analfabetos, que viven con menos de 30 dólares al mes pero que se comprometen a aprender y luego aplicar y transmitir esos conocimientos en los poblados en los que viven.
En seis meses, aprenden oficios artesanales, reciben instrucción técnica o se especializan en Ingeniería Solar, y luego están listos para regresar a sus comunidades y hacer algo con lo que aprendieron.
Mientras tanto, en esas mismas ciudades o en los centros urbanos más cercanos a las zonas rurales, estudiantes que pudieron recibir una educación de calidad se gradúan en las Universidades, aprendiendo muchas cosas, pero a veces ignorando la realidad social de quienes no tuvieron la misma suerte.
Pero esto no sucede en la Universidad Descalza, en Rajastán, India. Allí, solo son admitidos adultos de comunidades pobres, muchos de ellos analfabetos, que viven con menos de 30 dólares al mes pero que se comprometen a aprender y luego aplicar y transmitir esos conocimientos en los poblados en los que viven.
En seis meses, aprenden oficios artesanales, reciben instrucción técnica o se especializan en Ingeniería Solar, y luego están listos para regresar a sus comunidades y hacer algo con lo que aprendieron.
Luego de algunos años trabajando para mejorar la calidad de vida en comunidades rurales, Bunker llegó a una aldea y le explicó al concejo de ancianos su plan de crear una Universidad para los pobres. Los líderes de la comunidad estaban confundidos al verlo llegar y pensaban que, si un rico quería instalarse en una aldea rural tan pobre, debía estar escapando de la policía. Pero con el tiempo se fue ganando su confianza, y le permitieron seguir adelante con su proyecto, dándole un solo consejo: "Si vas a hacer realmente una Universidad para los descalzos, no traigas gente instruida".
Así lo hizo, y comenzó a trabajar con aquellas personas de la aldea que estaban interesadas en enseñar y aprender habilidades prácticas que pudieran ayudar a su comunidad a solucionar sus necesidades básicas. La Universidad Descalza se fundó bajo los preceptos de Mahatma Gandhi: allí se vive con humildad, se come, duerme y estudia en el piso, y nadie gana más de 100 dólares al mes.
En sus comienzos, el trabajo de Roy y su equipo era una asistencia para las comunidades enfocada en el agua potable y riego, pero luego se convirtió en una verdadera Universidad Popular y fue llevando al empoderamiento de sus habitantes.
La mayoría de las estudiantes de la Universidad son mujeres que se convierten en Ingenieras Solares, es decir, que aprenden a construir paneles solares, a instalarlos en las casas, a fabricar su propio taller o mini-central eléctrica, y a dar mantenimiento a las instalaciones que realizan. Durante 5 años, reciben un modesto salario de parte de la Universidad, para luego desarrollar con independencia su nueva profesión, que pueden también enseñar a otros.
Los graduados y graduadas de la Universidad no reciben un título o certificado; sino que son sus propias comunidades las que les dan el reconocimiento cuando la energía solar, gracias a su trabajo, llega al pueblo o aldea.
También en América Latina
Dos de ellas fueron Luisa y Liliana Terán, mujeres indígenas del desierto de Atacama (Chile), que aceptaron el desafío de tomar un avión por primera vez en sus vidas y separarse también por primera vez de sus familias, para convertirse en Ingenieras Solares.
"Al principio fue difícil, me llevó 3 meses adaptarme a dormir en el suelo, y como no me gustaba la comida comía solo arroz", explica Luisa. Pero, finalmente, ella y su prima cumplieron su objetivo y regresaron a la localidad de Caspana listas para instalar el primer panel solar.
Hoy en día, la aldea atacameña de Caspana cuenta con más de 120 hogares con paneles de energía solar fotovoltaica instalados por las Terán, y con una lista de espera de 45 familias más. "También ayudamos a que haya más respeto por todas las mujeres”, explican con orgullo. Ahora, "Los mismos patriarcas del concejo reconocen que pocos hombres se hubieran atrevido a viajar tan lejos a aprender algo para beneficio de la comunidad".
El equipamiento que Luisa y Liliana aprendieron a instalar le da a los hogares 3 horas diarias de energía eléctrica limpia, solar e independiente. Antes, solo algunos hogares de la aldea contaban con 2 horas de electricidad por la noche, que provenía de una central eléctrica privada y que la mayoría de las veces no funcionaba.
La experiencia de la Universidad Descalza es un ejemplo de una educación diferente a la tradicional que vale la pena conocer y difundir.
Más de 700 mujeres de todo el mundo ya se formaron como Ingenieras Solares Descalzas en esta Universidad popular, aunque en lugar de un diploma la institución solo les entrega su lema: "No hay nada que no pueda hacer una mujer, si lo intenta con toda su voluntad".
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